domingo, 16 de enero de 2011

El calendario inquebrantable de la ciudad

La ciudad se ha dibujado a sí misma durante siglos. Los actores sólo han podido ir aportando los colores, pero al final, ha sido ella la que ha elegido cómo darse forma, qué pincel utilizar, qué técnica emplear y a qué género artístico adecuarse. A estas alturas de la película es imposible querer cambiar la forma en la que Sevilla se ha querido alojar.

A mediados de enero, cuando el sol tarda más en irse y se queda más segundos en la tierra de María, Sevilla empieza a mirar el calendario. Da igual que queden 90 días, da igual que este año, más que nunca, la tarde del Domingo de Ramos se vea en la lejanía de mediados de abril, da igual que incluso todavía estén lejos las noches y las madrugadas de Falla, da igual que este año todo se haga con mayor tranquilidad. La ciudad sabe que, una vez pasada la Navidad, es hora de vestirse con el alma nueva. Aunque será allá por un Miércoles en el que nos recordarán eso de 'polvo eres y en polvo te convertirás', cuando la vieja Híspalis se cambie el blusón y vuelva a encerrarse en la tradición mantenida.

Ahora, cuando todo nos parece lejano, muy lejano, el alma de Sevilla sabe que realmente todo está cerca. Así lo quiere la luz, así lo pide el alma, y cuando el sol baña cálidamente el quicio de las ventanas, muchos rememorarán mágicas tardes rodeados de palmas.

La ciudad sabe que aunque quede mucho, ahora es el momento de seguir el calendario inquebrantable de los tiempos de Sevilla. Todo es más básico de lo que parece. Cuando Baltasar terminó de adorar al niño Jesús, la ciudad supo que era el momento de pensar en tardes de adoración cuaresmal.

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