Marchaba feliz y contento a la cama -tanteando la posibilidad de dejar la habitual marca nocturna en forma de letras por aquí-, embriagado aún por el aíre húmedo que antes impregnó mi cuerpo durante una de esas veladas nocturnas de verano, cuando, en mi repaso habitual a los medios previos a dormir, me encuentro con una noticia curiosa, por llamarlo de alguna forma, publicada en El Confidencial: El 15M pone en su punto de mira la visita del Papa de España.
Bien, llevaba mucho sin meterme en hacer algo serio -no resto ni un ápice de seriedad a todos lo escrito anteriormente, me respeto, mucho, pero a lo que escribo aún más- y ya me he hartado de no hacerlo. Sin querer meterme en hacer un análisis del movimiento 15M, necesario por un lado, pero impropio en las formas y en el querer tener la razón sí o sí por otro, no puedo hacer otra cosa que reirme, e indignarme un poco, con esa noticia. ¿Que no quieren que el Papa venga a España y se pague de sus impuestos la visita?
¿Por qué razón no se han manifestado antes cuando cientos de políticos de distintos países vienen a entrevistarse con Zetaparo, perdón, Zapatero? ¿Por qué a más de uno, de dos... y de cien, le salen ronchitas en la piel cuando escuchan la palabra «iglesia», «Papa», «Dios» o, como último ejemplo, «religión»? ¿Por qué siempre la Iglesia católica -la mayor ONG del mundo, no lo olviden- está en el punto de mira de tantos?, y ojo, que estábamos ante un grupo que nos representaba a todos... (por favor, permítanme esta malísima expresión) los cojones nos representan a todos.
Yo, que personalmente no voy a ir a Madrid a las Jornadas Mundiales de la Juventud, pese a ser cristiano y habitual practicante, veo muchísimos puntos positivos en esta visita, y puntos muy negativos, lamentables e irrisorios si a estos indignados se les permite llevar a cabo su manifestación.
¿Los positivos? La repercusión económica que va a favorecer a España -ojo, no sólo a Madrid- gracias a los millones de personas que se trasladarán hacia nuestro país dejará millones de euros en las arcas. Un ejemplo fácil: A mi ciudad, Alcalá de Guadaíra (provincia de Sevilla), llegarán en los días previos más de 200 chavales provenientes de Argentina y México. Es decir, a una ciudad que está a unos 600 kilómetros del epicentro de todo, van a llegar dos centenares de personas para alojarse durante cuatro o cinco días antes de partir hacia el encuentro con Benedicto XVI. ¿Si a este pueblo llega tanta gente, cuántos llegarán a ciudades más grandes o, al menos, más cercanas? Este alojamiento requerirá de una manutención alimenticia, la cual beneficiará a los pequeños comercios de la ciudad, tales como panaderías, carnicerías, supermercados... ¿Esto no generará ingresos?
Sigo. Estos chavales, junto a los propios alcalareños que quieran ser partícipes de la JMJ, se trasladarán hacia la capital de España en autobuses. Ya tenemos otra empresa que pone sus servicios y que se verá favorecida. Llegamos a Madrid. Allí la concentración será de millones de personas. Muchísimos se alojarán en albergues, centros deportivos, pabellones o similares. Otros, los menos, se alojarán en hoteles, pensiones y hostales de toda la comunidad madrileña, y deberán pagar su estancia durante los días que dure el encuentro con el Papa.
Hacia Madrid no sólo irá gente, también irán varias tallas iconógrafias provenientes de varios puntos de la geografía española (Murcia, Málaga, o la propia Sevilla) en cuyo traslado deberán contar con camiones especializados, y que a su vez, movilizarán a los miles de hermanos que tengan en sus respectivas nóminas, que ver a tu titular frente al Sumo Pontífice no ocurre todos los días, y sino, como dicen los capillitas, «ver a la Virgen de Regla repartiendo sevillanía por la Castellana será de babero».
De verdad, ¿hace falta que siga enumerando ejemplos por los cuales no veo problema en que el Estado subvencione una visita que a la larga pueda generar una importante suma de dinero, amén del propio movimiento monetario que vivirá el país? Se me ha olvidado destacar la gran repercusión mediática mundial que España en general, y Madrid en particular, sufrirán durante esos días.
¿Y por qué razones veo una aberración la mencionada manifestación? Por estos motivos, por no pararse a analizar los «pros» de la visita, por querer hacer de todo el pueblo una idea que no es de todo el pueblo, por atacar, por enésima vez a una institución seguida por millones de personas, y por dejar en una posición lamentable, en cuanto a imagen se refiere, de nuestro país hacia el exterior, ya que he intentado hacer una leve revisión de hemeroteca, reitero lo de breve, y no he encontrado nada parecido. En todas aquellas visitas realizadas por el Papa, parece que no ha habido manifestaciones en contra. ¿Siempre queremos dar la misma imagen de incivilizados e irrespetuosos con millones de personas? Después nos enfadaremos si nos relacionan más con África que con Europa...
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