miércoles, 29 de septiembre de 2010

Y libertad para qué, si luego nadie sabe qué hacer con ella...

Juan Carlos Aragón, ese comparsista reconocido por sus mensajes llenos de tintes revolucionarios y otras verdades como puños, soltó una perla en su último popurrí, el de Las Noches de Bohemia, que hasta hoy no he entendido. Juan Carlos dijo lo siguiente [...] y libertad para qué, si luego nadie sabe qué hacer con ella [...], y yo no lo entendía, ¿a qué se le podría aplicar esta frase?, ¿en qué ocasión el ser humano tiene la libertad pero la usa mal o no sabe por dónde van los tiros para disfrutar de ella? Y hoy me he dado cuenta. Esos piquetes pseudo informativos anclados en polígonos industriales, en calles cercanas a hospitales, en los portones de las cocheras desde las que salen los autobuses municipales para cumplir unos servicios mínimos obligatorios, apostados en las calles repletas de tiendas regentadas por autónomos... todos esos piquetes me han dado el ejemplo que necesitaba para verle sentido a la frase.

El derecho a la huelga es indiscutible, así lo recoge nuestra Constitución:

Artículo 272. Se reconoce el derecho a la huelga de los trabajadores para la defensa de sus intereses. La Ley que regule el ejercicio de este derecho establecerá las garantías precisas para asegurar el mantenimiento de los servicios esenciales de la comunidad.

Bien, la Constitución recoge este derecho por lo que no podemos discutir nada, y los sindicatos tienen y están en su derecho de promover y convocar una huelga general que ponga en jaque la economía española por un día, hasta ahí de acuerdo. Pero en el lado opuesto tenemos otro derecho que la Constitución también recoge.

Artículo 35
1. Todos los españoles tienen el deber de trabajar y el derecho al trabajo, a la libre elección de profesión u oficio, a la promoción a través del trabajo y a una remuneración suficiente para satisfacer sus necesidades y las de su familia, sin que en ningún caso pueda hacerse discriminación por razón de sexo.


Una vez llegados a este punto llega el quid de la cuestión. Tanto los huelguistas -o guelguistas como he visto en alguna pintada que llamaba a la "guelga"- como los que deseaban trabajar estaban en su derecho y en su libertad a hacer lo que debieran o quisieran. Entonces, ¿por qué esos sindicalistas de esos piquetes pseudo informativos han obligado, coaccionado, y por último, atacado a todos aquellos que en su derecho constitucional, que en su libertad, han decidido trabajar en el día de hoy?

La huelga ha llegado tarde, con más de 5 millones de parados, con una población más que hastíada, con el decreto de la reforma laboral aprobado y que sólo habría una posibilidad para no ejecutarla, que fuera derogado, un paso atrás del Gobierno tan claro sería tirarse piedras contra el propio tejado.

La huelga tenía que haber llegado antes de que la cifra de parados superara cotas tan altas a la par que histórica, tenía que haber sido convocada cuando el Presidente decía que la crisis no existía y simplemente la calificaba como un proceso de «desaceleración transitoria», es decir, la huelga tenía sentido hace dos años.

Ahora los sindicatos quieren solucionar algo difícil de salvar, y para ello obligan a todos aquellos que en su derecho de trabajar, en su libertad para decidir qué hacer, si secundar la huelga o ganarse el jornal con el que alimentar a sus hijos o pagar una hipoteca prefieren lo segundo. Estando a final de mes, ¿cuántos autónomos van a cerrar sus comercios libremente y no ganar dinero en un día para que tres o cuatro sindicalistas jueguen a los revolucionarios?

Después dirán que la huelga ha sido todo un éxito, ya veo los titulares pro-sindicales: «La población española apoya la huelga general con un 70% de los trabajadores en la calle» ¡Y tanto que lo veo, si es la cifra que dan en la web de Comisiones Obreras! Cagondiez y me llevo una... ahora que resten de ahí la cifra de aquellos a los que no les han dejado entrar en Mercamadrid, Mercasevilla, a los que no les han dejado entrar en sus polígonos, y no con buenas palabras, no, con patadas en las furgonetas, con piquetes con ganas de informar a las buenas o a las malas... y no hablemos ya de un concensionario de coches sevillano asaltado de madrugada y amaneciendo con los coches dispuestos en los patios para ser entregados a los nuevos clientes o reparados con cristales rotos, sillones arrancados y gasolina extraída.

Así se hacen las huelgas generales, prescindiendo de la libertad de los demás. Y como empecé esto, «y libertad para qué, si luego nadie sabe qué hacer con ella...», en el día de hoy se ha malgastado la libertad que poseemos, se ha vilipendiado el significado de democracia, y se ha usurpado el derecho a la libertad del prójimo cayendo en la dictadura del terror que han llevado a cabo esos personajes que han luchado por su derecho sin respetar y aceptar el derecho del ciudadano de al lado.

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