lunes, 4 de octubre de 2010

El periodismo olvidado

Todos coinciden, no falla, los periodistas de renombre no dudan en señalar que el periodismo ya no es lo que era, se ha perdido la investigación a fondo, se ha perdido la elaboración de una noticia, la creación y el tratamiento de la información partiendo totalmente de cero, y siempre coinciden en lo mismo: antes el periodismo era más real y más sufrido, pero más bonito y más profesional, en definitiva: era más periodismo.

En la actualidad los periodistas recogen la información fácilmente, y fácilmente la transforman gracias a los avances que la tecnología nos ha ofrecido, se ha perdido la búsqueda incesante de los datos, la investigación a fondo para conseguir la noticia, y a partir de ahí elaborar la información a ofrecer al lector. Quizás sea debido a la demanda que la sociedad actual hace a los profesionales de la información. Quizás valgan más los «Andreíta cómete el pollo» que cualquier otro tipo de información que nos ofrezcan los medios de la pseudo comunicación.

Es triste, los periodistas nos olvidamos de la obtención de información primigenia y encima nos dedicamos a informar sobre noticias, cuanto menos, banales.

Todo esto no es más que para recordar la existencia de un periodismo que muy poco vemos hoy: el periodismo de investigación, esa investigación en la que el profesional puede estar rodeado de un peligro verdadero. No me refiero a esa fórmula televisiva que tanto explota una cadena nacional consistente en grabarlo todo cámara al hombro, en un lugar determinado y con la situación controlada, mostrando a veces unos tópicos ya demasiado manidos en nuestro país y una realidad con ciertos tintes de ficción. Me refiero a un periodismo en el que uno se involucre dentro de la acción tal y como lo hacen los demás participantes de la escena, participantes que no deberán conocer la situación del que les engaña para después poder denunciar su situación, mostrar una realidad y sacar del engaño a los que no conocían realmente esa verdad.

Tengo por seguro y soy consciente de que esto no es tan fácil de hacer como de criticar -sólo hay que ver lo fácil que lo estoy haciendo desde aquí-, que lo que el periodista Günter Wallraff nos demuestra desde su Cabeza de turco, no es nada fácil. Este periodista, en busca de la realidad sobre los turcos en la Alemania de los años 80 -Alemania que pondría patas arriba inmediatamente después de que su libro viera la luz- se camufló durante varios años, y terminó siendo un turco más, metamorfosis que la llama él en la obra, y vive sin ningún tipo de problema, excepto lógicamente el simple problema que supone la paupérrima vida que tenían los turcos ilegales en Alemania y aceptar vivir así con resignación todo lo que vivían los turcos verdaderos.

Fue durante un largo periodo de tiempo uno más, dejó de lado su acento alemán y se convirtió en un exiliado, de los pies a la cabeza, vivió como un emigrante: habitó y pecnortó en los peores lugares imaginados, aceptó los trabajos más perjudiciales para la salud que le ofrecían en su condición de ilegal, y se dejó tratar como muchos turcos verdaderos no toleraban, un trato vejatorio que muy pocos seres humanos son capaces de aguantar. Todo por demostrar lo que se vivía y sufría en la República Alemana, denunció a empresas y empresarios, estamentos como la Iglesia, y no tuvo problemas en contarlo todo, siempre y cuando no pusiera en peligro la vida de los que fueran sus compañeros turcos.

Y por eso, enlazando con el tema principal, desde aquí creo que ese periodismo tan real, intenso y peligroso es el que se está perdiendo en la actualidad. Wallraff si fue en busca de la noticia -no siendo ésta su única investigación, se ha hecho pasar ya varias veces por varios tipos de personalidades- y no esperó a que cualquier otro la contara faltando a la realidad, puesto que muy pocos serían capaces de destapar este tipos de hechos, y menos cuando tu vida se va en ello.

Si en las filas de periodistas españoles alguno fuera capaz de hacerlo muchos se echarían a temblar, desde los empresarios a esos personajes que rigen nuestra vida y que se llaman políticos. Es ahí donde vemos el poder que los periodistas podemos tener y que debemos recuperar si o si.

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