domingo, 10 de julio de 2011

Nexo de unión; sabor amargo; intranquilidad

Mientras el alba se esfuerza por robarle el protagonismo a la oscuridad, todo va llegando a su fin. Como siempre, el camino de vuelta sirve para analizar, y testear lo testeado, todo aquello cuanto ha acontecido a lo largo de una noche en otrora ansiada, pero que finalmente... bueno.

No siempre puede llover para todos los gustos, y si hoy debo aguantar que se mojen mis hombros para darle vida a tu cosecha, así lo haré, asumiré y afrontaré. Siempre el bien de todos, nunca el propio. El problema de todo surge cuando al final, uno ya calado hasta los huesos, hastiado de que nadie le preste un paraguas, se plantea la no rocambolesca idea de ponerse a cubierto y no aguantar ni el más leve calabobo.

Los vencejos y una conocidísima canción de un ubetense ponen la banda sonora a la reflexión, la ruta está llegando a su fin y la idea siempre es la misma, esa que has intentado explicar media hora antes a tu acompañante y  la que aún te resuena en la cabeza. No sabes, no sabes, no sabes... ¿no estás harto de no saber? Con tanto que sabes según algunos, al final, para lo más importante: "No sabes, no sabes...". Eso está, como uno mismo diría, de arte.

El sol ya caliente tímidamente esa fachada blanca con toques de color albero que ves desde tu ventana. La oscuridad te ha abandonado completamente y tú te vas a ir con el único anhelo de empezar a saber.

Posdata: Sumemos a los desvarios varios otro gran cúmulo de letras más. Al final, ahí es el sitio en el que la razón de ti mismo se esconde. Nada más que en lo profundo y extraño de estos carácteres está impregnado todo lo que te hace diferente, lo que te construye a ti mismo, lo que te convierte en lo que eres.