Ya ha llegado y ya ha pasado. El final anunciado nos ha cogido por el camino y ha hecho añicos las ganas y la ilusión que teníamos para la última vez. Esa última vez casi ha terminado. Si usamos los diez dedos de nuestras manos nos sobrarían varios al contar las veces que nos reuniremos todos, desde los que nos llevamos bien, hasta los que se aguantan por compromiso; tanto los que llegan puntuales, como a los que les encanta echarle la culpa a Tussam; o los que han buscado el bien grupal, como los que han preferido ir a su aíre; o mi preferido: las que han hecho los trabajos antes de presentar la asignatura (exageración, evidentemente), como los que finiquitamos la tarea pocas horas antes de la entrega final.
La noche nos ha cogido en mitad de la nada, con planes a medio escribir, con miedo al futuro más cercano, con la incertidumbre del qué será de nosotros, ¿trabajaremos de periodistas de verdad?, pocos lo consiguen realmente.
Y diréis: ¿por qué eres tan pesado con el final?, ¿no escribiste ya una tontería en septiembre? Sí, así es. Pero hace un par de días tuve la dicha de celebrar junto a varios de esos y esas cuasis periodistas mi cumpleaños. Paradójico, el último que voy a vivir con ellos, y la primera celebración juntos. En esos instantes, con esas ideas peliculeras que tanto rondan por mi cabeza normalmente, me di cuenta de que esa secuencia debía pertenecer al final a cámara lenta.
La Torre del Oro, como ya hizo en noches anteriores, vigilaba nuestro comportamiento. La música, aunque digan lo contrario, ponía una banda sonora muy acorde. La melancolía propia del momento la añado ahora, cuando he sopesado lo que hicimos y he caído en la cuenta de que muy pocas veces más estaremos así.
Probablemente estos compañeros que deje atrás en la vida, pero presente en la memoria, como ya dije, no sean los mejores. Las críticas de unos a otros han caído cuan llovizna incesante. La sinceridad ha causado problemas -aunque también ha traído paz-. Los comentarios inoportunos han sido una constante. Los egos de alguno de nosotros -y aquí me incluyo- han salido a la luz en demasiadas ocasiones. Pese a todo, no cambiaría a esta gentecilla por nadie dentro de la FCom. Han sido mis derechistas (que no, señora, que no son fachas, que se sientan en la derecha, sólo eso), y en ello insistimos el último primer día de Periodismo.
No sé si publicaré esto (escrito en la madrugada del 15 de junio). Si lo hago, y a alguno le da por leerlo, sé que quizás me preguntará a quién me refiero en los ejemplos que he puesto por aquí arriba. No contestaré, cada cual que se autodesigne, si lo ve oportuno, un lugar. Aunque creo que son fáciles de adivinar.
Y ahora, por favor, que alguien le dé al botoncito de rebobinar, que quiero volver a vibrar con todo esto, una vez más. Gracias.
Posdata: He releído esto en la madrugada del 17 de septiembre de 2012. Ya, casi todos, hemos cumplido nuestra parte del contrato. Somos licenciados en periodismo y miramos a la vida de frente, aunque ella se empeñe en darnos la espalda.
He vuelto a leer esto y un escalofrío ha recorrido mi cuerpo al leer eso de "el último primer día de Periodismo". Pensaba que no me iba a costar tanto haber terminado esta etapa. Que sólo iba a ser una más. O que al menos no me iba a costar tanto como cuando dejé atrás aquel maravilloso segundo de bachillerato. Pero sí, se echará de menos la tercera planta de la Facultad. Se echará de menos lo vivido allí, se añorarán muchas cosas que ya, y ahora soy consciente por primera vez, forman parte de la historia.
Gracias